Rehabilitación neuropsicológica: ¿Merece la pena?

Rehabilitación neuropsicológica: ¿Merece la pena?


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Esta pregunta es bastante común cuando el familiar de una persona con daño cerebral viene a consulta. -Oiga, pero ¿esto sirve de algo? ¿Qué hace exactamente la rehabilitación neuropsicológica?

A pesar de que cada vez más profesionales de la gerontología, la neurología y la medicina rehabilitadora creen que es un campo en auge que está avanzando, aún hay profesionales que argumentan que no hay pruebas científicas consistentes que demuestren que la rehabilitación neuropsicológica tiene algún efecto en la funcionalidad o incluso en el cerebro y cuestionan su “utilidad”.

Resolver esta cuestión resulta muy pertinente por la elevada cantidad de los recursos personales, emocionales y económicos que los Centros de Rehabilitación y las familias de los afectados por un daño cerebral (sea del origen que sea) invierten. Vamos a analizar algunas razones que complican el estudio de la efectividad de los programas de rehabilitación neuropsicológica.

Cuando consideramos la eficacia de un método debemos comparar. ¿Y qué comparamos para comprobar la eficacia de un programa de rehabilitación? Podemos comparar a unas personas con otras, a la persona consigo misma o bien al método de rehabilitación con otros.

Comparar a la persona con otras de su mismo grupo de población. Como hemos comentado en un post anterior (Funambulistas), dos cerebros distan mucho de ser iguales. Hay muchos factores que alteran la configuración de un cerebro. Desde el aprendizaje, que modifica las redes neuronales, o el tipo de daño que sufra cada persona, que desconecta las diferentes áreas del cerebro, el consumo de drogas o simplemente el ambiente.

Pensemos en las demencias. En estos casos, decimos que hay un factor que permite retrasar el declive cognitivo: la reserva cognitiva. Haciendo un paralelismo, la reserva cognitiva es como la reserva de un depósito de gasolina en un coche. Cuanta más capacidad tenga esta reserva, mayor será el recorrido que haga el coche y podremos recorrer más rutas. En el caso del cerebro, todos tenemos una reserva diferente, porque hemos realizado cosas diferentes; por eso, el impacto de los programas de rehabilitación es diferente en cada persona.

El tipo de demencia es otro factor que complica la evaluación de programas de rehabilitación. Siguiendo con el símil, no es lo mismo una fuga de aceite que tener el tubo de escape roto, aunque ambos afecten el rendimiento. La edad en que se detecta la demencia (especialmente si es elevada) y el tiempo de desarrollo que ha pasado hasta ese momento impactan en la evaluación del efecto de los programas de estimulación y rehabilitación cognitiva. La reserva cognitiva es un arma de doble filo: permite prolongar el mantenimiento de las funciones cognitivas, pero también provoca que los síntomas de una demencia sean detectados más tarde.

Comparar a la persona consigo misma.

Comparar sus funciones, su cerebro y su capacidad para hacer cosas que no había antes de la rehabilitación. En este caso, el principal problema radica en que no podemos mirar por una ventana para comprobar qué sería de esa persona en un futuro en el que no hubiera recibido rehabilitación.

Algunos profesionales argumentan que hay una recuperación natural y espontánea. Se refieren a la ya constatada capacidad del cerebro para reorganizarse. También es cierto que las conexiones neuronales pueden, en muchos casos, reconfigurarse. Si te tapas un ojo durante un año, no vas a perder la visión, pero la carga de información que soporta el otro hará que las neuronas refuercen sus conexiones, mientras que en el otro lado se pierden.

Partiendo de estas capacidades, ¿no resulta mejor que ese aprendizaje lo guíe un profesional mediante un programa estructurado y personalizado?

Comparar el método de rehabilitación neuropsicológica con otros.

No todos los programas rehabilitan lo mismo ni usan las mismas estrategias. ¿Y si algunos sujetos respondiesen mejor a unas estrategias de rehabilitación que a otras?

Nos encontramos profesionales que priorizan los resultados “físicos” sobre los cognitivos. Personalmente, no veo la disociación entre físico y cognitivo. Es importante entender que todo va unido y en la rehabilitación del daño cerebral cada área de intervención es igual de importante puesto que todas están interrelacionadas.

De hecho, se ha demostrado que el ejercicio fomenta la actividad de factores de neuroplasticidad y ésta –en esto sí coincidimos todos, espero- es un factor potencial para el aprendizaje.

Llegados a este punto nos volvemos a preguntar: ¿merece la pena? A pesar de estos problemas…

¡Qué levante la mano el terapeuta que no haya sido capaz de mejorar la calidad de vida de un paciente!

Un saludo.

PD: Os invitamos a dialogar sobre estas y otras cuestiones en el próximo congreso de la SANP (Sociedad Andaluza de Neuropsicología), que lleva como temática la evaluación de la efectividad en los programas de rehabilitación neuropsicológica. Tendrá lugar en Granada, los días 1 y 2 de Junio. NeuronUP estará presente para exponer y para aprender de profesionales de reconocido prestigio nacional e internacional.

Javier Tomás Romero

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